La burra blanca, pulquería que mezcla activismo estudiantil y cultura mexicana
- David Rojas
- 17 oct 2017
- 4 Min. de lectura
Entre las calles del Centro histórico abundan bares de todo tipo, aunque por su singularidad destaca La Burra blanca del 56, pulquería creada bajo el concepto de la propuesta cultural de izquierda que combina una gama de bebidas tradicionales mexicanas con un ambiente donde se respira la mexicaneidad a través de murales pintorescos y música.
El estilo revolucionario se aprecia con la decoración que tiene la pulquería, pues en ella rondan carteles contra las reformas educativas; convocatorias a marchas por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa; banderas de Cuba y del Instituto Politécnico Nacional; grafitis con consignas de movimientos sociales; fotografías de Emiliano Zapata, el ´Che´ Guevara y Fidel Castro; así como algunos memes y dibujos hechos por feministas para denunciar conductas machistas.
Además de la ornamentación que exhibe el espíritu de activismo estudiantil, la Burra cuenta con un escenario que tiene como fondo un mural y remite a la imagen de un ambiente rural. Todo complementado por una rocola que toca las melodías preferidas del público pulquero.
La función cultural de la pulquería está bien cumplida con los contantes eventos de regué, jazz y rock que se presentan en fines de semana, así como los tradicionales bailongos de salsa y ritmos jarochos que animan a la gente que asiste los viernes. En el lugar también se lleva a cabo funciones de teatro de cabaret, en los cuales se venden las entradas con pulque incluido.
Historia de la pulquería
La pulquería abrió sus puertas en febrero de 2011, en el número ochenta y ocho de la calle Regina bajó el proyecto de seis estudiantes egresados del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y miembros del colectivo 23 de septiembre. Su propuesta de contribuir a la reconstrucción del proyecto de educación popular técnica lo plasmaron en la esencia de este espacio cultural.
El nombre de La burra blanca del 56 fue puesto en referencia al burro que es la mascota del IPN, así como también un animal importante para la elaboración del pulque, pues es el animal que transporta el aguamiel. En cuanto al 56 es un número que rememora la ocupación militar del internado del Casco de Santo Tomás en 1956, en la efervescencia de la lucha estudiantil de los estudiantes politécnicos y de las Normales Rurales en ese año; además de coincidir con el número del primer local que albergó el proyecto en la calle de San Jerónimo
En la actualidad la pulquería se ha extendido y se ha mantenido de manera fija en el Centro histórico bajo el liderazgo de Marco Valadez, uno de los pioneros del proyecto.
Murales en la pulquería
En su afán de extensión, la Burra blanca abrió una parte continúa ante las constantes remodelaciones que realizaban en su espacio habitual, en él se expresa un decorado con varios murales que acompañan la tradición cultural del lugar.
Los murales de la pulquería fueron realizados por empleados y ex-empleados del negocio; uno de ellos Rubén alias "El Chino", encargado de curar los pulques, pintó una representación en honor a la primera Burra blanca, que denota el primer sitio de donde surgió todo.
Otro mural es obra de Karen Ortega, ex empleada que muestra a la colorida familia Burrón junto a otros personajes de la vida pública mexicana que suele ser común denominador en las pulquerías.
Rodrigo León, uno de los encargados del lugar destaca que estos murales son un excelente acompañamiento para lo que representa la pulquería. “En los murales hay personajes representativos que se pueden encontrar en una pulquería como albañiles, el diablero, licenciados, que son parte de cualquier grupo social. Es una representación de la diversidad que hay en estos lugares.”, afirma.
En una de las paredes de los costados se exhibe el mural de “los Xochimilcas”, banda que resulta ser una versión mexicana de The Beatles y de la cual Rodrigo explica que su representación está presente debido a que tuvieron una gran influencia con el pulque principalmente en el cine. “La representación que ellos buscan es algo muy mexicano con ritmos como el danzón, del cual tienen uno dedicado al pulque que se llama Pulque para dos.”, menciona.
Es así como la pulquería retoma la cultura mexicana y la expresa en una mutua convivencia de personajes que dan significación a lo que representan sus propios clientes.
El pulque
Como bar cultural la pulquería ofrece distintas bebidas tradicionales mexicanas, pues según Rodrigo León: “la mayoría de la gente que frecuenta la pulquería son jóvenes, pues para ellos está destinado el proyecto, aunque también vienen muchos señores, lo que obliga a tener una variedad de bebidas que dé gusto a todos.”
Los néctares de los cuales se puede consumir en la pulquería, además del pulque, son el mezcal, las cervezas, la sidra artesanal y, fuera de las opciones de bebidas alcohólicas, el boing. Aunque también se venden alimentos como tlayudas, quesadillas, burritos y demás antojitos mexicanos como los famosos chapulines que, acompañados con cualquiera de las bebidas mencionadas, hacen una excelente combinación.
Los precios son bastante accesibles, pues el pulque blanco cuesta cerca de veinte pesos el litro, así como el curado en cuarenta; la caguama ronda la media centenar de pesos; el caballito de mezcal en treinta; y el mezcal con boing igualmente en treinta pesos.
Activismo estudiantil
La solidaridad que la pulquería le ha dado a los movimientos sociales es de agrado para sus clientes recurrentes, pues constantemente se arman espacios de información y discusión sobre los acontecimientos que afectan al país y están en el imaginario colectivo de estos grupos.
En su espacio le han dado oportunidad de presentarse a normalistas de Ayotzinapa, gente del comité de la Casa Nacional del Estudiante, maestros de la CNTE y miembros del comité 68. Así como también han apoyado sus movilizaciones con su distintivo colectivo del 23 de octubre.
Esa es la Burra blanca del 56, un bar cultural que presenta un proyecto emanado de las raíces de lucha estudiantil para buscar un espacio de convivencia, cultura y conciencia social. La experiencia que deja el lugar es completamente grata y muy recomendada.

Foto. César Díaz.
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